Monthly Archives: diciembre, 2015

DÍA DE GRACIAS Y CENA DE FIN DE AÑO EL 31 DE DICIEMBRE


 Para festejar el día primero del año, los vecinos 
de La Guadalupe no fueron a sus trabajos; 
 endomingados, se reunieron frente a la capilla, 
adornada como para una misa solemne.  
Gregorio López y Fuentes, El vagabundo, 1924.

Una de las solemnidades religiosas que se celebraban a fin de año era la de “Dar gracias”. El 31 de diciembre, desde la tarde, los fieles acostumbraban acudir a los templos para agradecer los beneficios recibidos durante el año. También, para algunas personas, estas fechas contenían un sentido más religioso que profano, por lo que en los primeros minutos del Año Nuevo, asistían a la “misa de gallo” y a la bendición de las doce velas, mismas que encenderían el primer día de cada mes.

La fiesta de la llegada de Año Nuevo iniciaba la noche del 31 de diciembre con una “Cena de fin de año”, en que se prendían velas para atraer la buena suerte en el año que comenzaba. El menú era muy parecido al de la cena de Nochebuena: espagueti, ensalada, chipotles, bacalao, ayocotes y las sidras para brindar. En casa, en lugar de pierna o lomo, se hacía pavo relleno. Igualmente se preparaba suficiente comida para el recalentado del día primero.

Elo Martínez mi querida hermana dice: “Compartir la mesa es fundamental para la comunicación. Y si también alimentas la vista con una mesa bien puesta, con detalles elegantes y con platillos hechos con amor, esos momentos se recordarán por siempre”. También comenta que “La decoración de Año Nuevo no debe ser igual cada año, porque tú no eres la misma persona cada año”. Así, ella cuida de todos los detalles, por lo que siempre en sus mesas encuentras ¡algo nuevo, algo viejo y algo diferente!

Durante la cena, una de las tradiciones era comer doce uvas, justo cuando empezaban a sonar las campanadas de media noche, una por cada campanada; a cada uva se pedía un deseo a cumplirse en el año por presentarse. Con la última campanada se daban los abrazos de felicitación se brindada y se decían los deseos de bienestar y prosperidad para el Año Nuevo. También era justo el momento para salir a tronar cuetes, chinampinas y quemar luces de bengala. Después de los rituales acostumbrados, y ya con la llegada del Año Nuevo, se bailaba.

Cena de Año Nuevo. Autor desconocido, Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

Cena de Año Nuevo. Autor desconocido, Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

En los años sesenta del siglo pasado, como parte de los rituales de fin de año, se trasmitía el Brindis del Bohemio –una especie de romance modernista- en la voz de Manuel Bernal, que pasaba en punto de las 12 de la noche por la banda AM de la radio. Este romance, de Guillermo Aguirre y Fierro, publicado en 1942, es un canto a la bohemia, a los sueños y esperanzas perdidas y a la madre.

‘Una voz varonil dijo de pronto:

Las doce, compañeros.

Digamos el “requiéscat” por el año

que ha pasado a formar entre los muertos.

¡Brindemos por el año que comienza!

porque nos traiga ensueños;

porque no sea su equipaje un cúmulo

de amargos desconsuelos…’

En México, a inicios de siglo XX, se enviaban parabienes en Año Nuevo, material gráfico de indudable valor en la actualidad -ya que advierten sobre las relaciones sociales entre las personas y las empresas, informan de los territorios desde donde se mandaban los mensajes, muestran la caligrafía y tipografía, así como el diseño y la impresión de la época. Sobre todo, manifiestan su misión: ¡los deseos de un feliz año nuevo!

tenedor

LA ACOSTADA DEL NIÑO DIOS Y LA GRAN CENA DE NOCHEBUENA EN LAS NAVIDADES MEXICANAS

 Con dedicatoria especial para mi mamá,
Arabela Torres Monterrubio, quien con amor,
dedicación y paciencia, nos enseñó a valorar
nuestras tradiciones y a vivirlas en familia.
Lilia Martínez y Torres, diciembre de 2015.

En la fiesta de Navidad, los momentos culminantes eran la acostada del Niño Dios y la gran cena de Nochebuena. Los preparativos comenzaban con la puesta del nacimiento, una de las más bellas tradiciones navideñas. Este podía ser grande o pequeño, en una habitación completa o sobre un mueble. Los nacimientos eran verdaderas proezas de ingeniería, ya que contaban con montañas, cascadas y lagos y algunos tenían portal. Se formaba con materiales como ramas de pino, lama, heno, cortezas de árbol, así como con papel crepé –un papel rizado que se podía moldear según las necesidades. Las figuras del nacimiento que representan a la Sagrada Familia en el momento de la Natividad eran en su mayoría provenientes de Amozoc, piezas de arte popular de delicada belleza que comprendían a José, María y el Niño Dios, los pastores y sus animales, los Reyes Magos y el Ángel. Se les iluminaba con foquitos de colores en serie y arriba del portal se colocaba la estrella que era la que guiaría a los pastores y a los Reyes Magos hasta Belén.

El día 24, cerca de la media noche, se realizaba la acostada del Niño Dios -colocarlo en el pesebre- en una ceremonia llena de devoción y fervor; antes se le arrullaba y cantaba para después acostarlo en el pesebre. En casa, mamá siempre elegía a los niños más pequeños y en una mascada les entregaba al Niño para mecerlo, mientras todos cantábamos El Rorro, un tradicional arrullo -cantarcillo dulce y monótono para adormecer a los niños- se quemaban las luces de bengala. No faltaba que alguna vez se les cayera, nuestro Niño ya tenía varios quebrantos. También se daban felicitaciones y abrazos por la Navidad.

La acostada del Niño también se llevaba a cabo en los templos, iglesias y capillas. Igualmente en los asilos, cárceles y manicomios. Previamente se había escogido a los padrinos, quienes eran los encargados de arrullarlo y entregar los aguinaldos y recuerdos a los convidados. Estos “Recuerdos” contenían textos muy significativos:

Recuerdo de la Solemnidad de la acostada del Niño Dios.

Recuerdo de la Noche de Navidad, en que tuve la dicha de conmemorar solemnemente el nacimiento del Niño Dios.

Recuerdo del día en que El Divino Niño Jesús se dignó escogerme como Madrina para acompañarlo en esta Noche Buena.

1951. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

1951. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

El otro momento culminante de la Navidad era la cena de Nochebuena, donde convergían las delicias navideñas: espagueti rojo con queso, la dulce y cremosa ensalada de manzana, los picosos chipotles rellenos de queso, la pierna adobada o la pierna mechada o el lomo relleno, el exótico bacalao a la vizcaína, los aromáticos ayocotes y los buñuelos. En casa de mi suegra eran, además, los romeritos con torta de camarón. De bebidas se consumía la sidra Copa de Oro, el rompope Coronado y refrescos. Al preparar la cena, siempre se procuraba hacer suficiente comida para que alcanzara para el recalentado del día 25.

Pescado Navidad, hoja suelta. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

Pescado Navidad, hoja suelta. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

Buñuelos de Nochebuena, “La Cocinera Poblana”, Herrero Hermanos Sucesores, México, 1907. Biblioteca Lorenzo Becerril A.C.

Buñuelos de Nochebuena, “La Cocinera Poblana”, Herrero Hermanos Sucesores, México, 1907. Biblioteca Lorenzo Becerril A.C.

La flor de Nochebuena o de Pascua, es uno de los símbolos más utilizados para representar la Navidad. Ya en la época colonial, era llamada “Nochebuena” debido a su aparición en diciembre. Se utilizaba en los nacimientos de las iglesias y conventos a manera de adorno. En el siglo XVII, en Taxco, Gro., un grupo de franciscanos las recolectó de los campos donde crecía en forma silvestre, para una procesión conmemorativa de la Natividad, llamada Fiesta del Santo Pesebre. Su belleza se dio a conocer en todo el mundo como un emblema de las fiestas navideñas.

Ramírez, México. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

Ramírez, México. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

Tarjeta 39+40 (baja)

El árbol de Navidad y el intercambio de regalos aparecieron en Puebla en los años setenta del Siglo XIX. Un medico de origen alemán, Adolfo Schmidtlein (casado con Gertrudis García Teruel) comenzó a disponerlo. En las cartas que les escribía a sus padres él mencionaba que en la Navidad poblana sólo se ponían los nacimientos, pero que por la influencia de su origen europeo él comenzó a montar los arbolitos navideños, así como también propició el intercambio de regalos. Sin embargo, este tipo de costumbres solo se practicaba en círculos muy reducidos. Es hasta los años cincuenta del Siglo XX cuando en la ciudad empieza la usanza del árbol, el intercambio de regalos, los muñecos de nieve y Santa Claus, pero ahora introducidos desde Norteamérica, solo que eso ya es harina de otro costal.

Etiquetas con motivos navideños para envolturas de regalo. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

Etiquetas con motivos navideños para envolturas de regalo. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

Las tarjetas que deseaban felicidad en la Navidad y prosperidad en el Año Nuevo, y que empezaron a circular desde los años veinte del siglo pasado, las enviaban las personas e instituciones como una forma de agradecimiento a sus benefactores, amigos y clientes. Las tarjetas de felicitación se pusieron de moda desde la década de 1950 y hasta la de 1970; estas se intercambiaban con familiares y amigos y llegaron a formar parte de la decoración navideña, ya que se colocaban en el arbolito. Yo, especialmente, he coleccionado las tarjetas que contienen motivos mexicanos.

Para conocer más sobre el tema de las Navidades Mexicanas, he  incorporado el audio de mi programa de radio Puebla en la Fotografía. La ciudad en una postal, en Radio BUAP,  programa número 82 trasmitido el 19 de diciembre de 2015, donde tuve el gusto de entrevistar a mi querida amiga Guadalupe Pérez Rivero Maurer, quien, en agradable charla, nos habló sobre cómo las familias poblanas “vivían” las navidades. Precisamente esto fue lo dio título al programa: “Las Fiestas Navideñas en Puebla 1950-1970”,.

tenedor

(audio)

LAS TRADICIONALES FESTIVIDADES NAVIDEÑAS MEXICANAS: LAS POSADAS


No quiero oro, ni quiero plata,
yo lo que quiero es romper la piñata.
Dominio popular, Versos para la piñata.

La Navidad y su estrecha relación con prácticas y creencias religiosas muestra la gran riqueza y diversidad cultural de México. En nuestro país, la Navidad y su celebración aparecieron junto con los españoles, vinieron “en el mismo navío” decía Luis Rublúo; era uno de los universos incluídos en el proceso evangelizador de los religiosos.

Ya en el México prehispánico, los aztecas rememoraban a Huitzilopochtli -Dios Sol de la Guerra- durante el solsticio de invierno, el 25 de diciembre. De ahí que actualmente, en los últimos días del año, tenemos las tradicionales fiestas de la temporada navideña con una gran diversidad de rituales en los que se mezcla lo prehispánico, lo colonial y lo contemporáneo de nuestra cultura.

En algunas de las próximas entradas del blog hablaré sobre nuestras costumbres y tradiciones decembrinas relacionadas con la Navidad, mediante reseñas, comentarios, fotografías históricas y actuales, estampas y tarjetas y audio, todo esto para favorecer su conocimiento y difusión.

Las navidades mexicanas comprenden las posadas, las piñatas, el aguinaldo, la acostada del Niño Dios y la cena de Nochebuena.

En los primeros días de diciembre, se reunían las “personas mayores” para repartirse las casas donde durante nueve noches, se celebrarían las posadas.

Las fiestas iniciaban el 16 de diciembre con las “Nueve jornadas en honor de los Santos Peregrinos José y María”, y terminaban el 24 del mismo mes, y su disposición era la siguiente:

A la casa, la calle o el atrio, -adornados con faroles de papel y guías de pino- llegaban los familiares, amigos y vecinos a los que se les entregaban velitas, luces de bengala para quemar y folletitos para la procesión. Ésta se llevaba a cabo con el Misterio –una representación escénica del peregrinar de José y María- en andas –un tablero sostenido por dos barras horizontales y paralelas que servía para transportar imágenes- mientras se cantaba la letanía a María Santísima. Los accidentes propios de la procesión eran la prendida del cabello o de la ropa por las velitas, o que el Misterio terminara en el suelo, lo que ocasionaba gran desasosiego de los anfitriones.

1854, Artículo de costumbres, “Las posadas en la alta sociedad”, El Estravagante. Primer Calendario para 1855”. Imprenta de Juan R. Navarro. Méjico. Biblioteca Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

1854, Artículo de costumbres, “Las posadas en la alta sociedad”, El Estravagante. Primer Calendario para 1855”. Imprenta de Juan R. Navarro. Méjico. Biblioteca Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

1854, Artículo de costumbres, “Las posadas de la clase baja”, El Estravagante. Primer Calendario para 1855. Imprenta de Juan R. Navarro. Méjico. Biblioteca Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

1854, Artículo de costumbres, “Las posadas de la clase baja”, El Estravagante. Primer Calendario para 1855. Imprenta de Juan R. Navarro. Méjico. Biblioteca Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

Después de la procesión se pedía y daba posada: un grupo de personas quedaban dentro de la casa y otro fuera para iniciar el ritual de petición de posada, todos, -dentro y fuera- cantaban alternadamente los versos tradicionales. Ya adentro, en el recibimiento, se rezaba el rosario y se cantaban estrofas específicas a ello.

1880, “Las nueve jornadas de los Santos Peregrinos”, Editor A. V. Arroyo, México. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

1880, “Las nueve jornadas de los Santos Peregrinos”, Editor A. V. Arroyo, México. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

“Pidiendo posada”. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

“Pidiendo posada”. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

Y como no había posada sin piñata, inmediatamente después de pedir y dar posada, se rompían las piñatas. Estas eran en forma de estrella y con siete picos, cada uno representando los siete pecados capitales, por lo que el acto de romper la piñata significa la destrucción del demonio y de las malas pasiones. Las piñatas se hacían con las ollas que, usadas en la cocina, se habían rajado y que se guardaba para ese fin. Con papel de china de colores, se hacían tiras con chinos que se pegaban con engrudo para ir cubriendo los picos, y en sus puntas se ponían flecos. Las piñatas se llenaban de tejocotes, jícamas, cañas, cacahuates y naranjas. Cada golpe a la piñata era acompañado de cánticos alusivos. Nunca faltaba el niño golpeado por estar muy cerca del palo, o porque al romperse la piñata, algunos tepalcates les daban en la cabeza.

1951, Puebla. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

1951, Puebla. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

 

1960, Puebla. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

1960, Puebla. Centro de Documentación Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

Después de romper la piñata venía la entrega de los aguinaldos precedidos por los versos concernientes. Se entregaban unas canastitas de papel crepé o de carrizo llenas de dulces: confites, pastillas de sabores, nueces de cáscara de papel y coquitos de aceite (el contenido de las canastitas casi siempre se terminaba antes de llegar al hogar). En algunas casas se ofrecían bocadillos y ponche y algunas veces se hacía un baile familiar. Otro tipo de aguinaldos también eran regalos que se daban por las Navidades a trabajadores como vigilantes y veladores, quienes iban de casa en casa entregando tarjetitas con versos o villancicos y solicitando su regalo.

En Santiago, mi barrio, Don Neri -el dueño de la tlapalería más importante- hacía las posadas más grandiosas del barrio. Se cerraba la calle, 17 poniente, para hacer la procesión, pedir y dar posada y romper las piñatas, todo en perfecto orden. Algunas veces mi mamá no nos quería dar permiso de ir, ya que eran tumultuarias y temía que nos fuera a pasar “algo”.

Receta para el “Ponche” tomada del libro Así se come en Tlaxcala, de Yolanda Ramos Galicia, pag. 145, INAH, Gobierno de Tlaxcala, 1993. Reeditado en la serie Cocina Indígena y Popular, núm. 62, CONACULTA, 2014.

Receta

PONCHE

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tenedor

ESCRITURA Y ESTILO: VAJILLAS, CUBERTERÍA Y MANTELERÍA CON MONOGRAMAS

En las sociedades antiguas, la educación de las niñas se concibió
durante mucho tiempo con inclusión del aprendizaje de la lectura,
pero no de la escritura, inútil y peligrosa para su sexo.
Castan, Lebrun y Chartier, Historia de la vida privada, 1986.

Este artículo surgió por el interés de conocer más sobre la escritura inserta en las diversas piezas que para el servicio del comedor -vajillas, cubertería y mantelería- he reunido a lo largo de los años. Interés siempre desde mi matiz como coleccionista. También, en cierto sentido, por mi pasión por el diseño y su relación con la palabra escrita.

Mis experiencias previas acerca de la escritura enriquecieron esta búsqueda, encaminada a descubrir por qué se especificaba en los objetos. Por ejemplo, cursé la primaria en una escuela de niñas, donde un requisito para todas las alumnas era la excelente caligrafía. Sin embargo, yo no entraba en ese gran grupo, pues según mi maestras mi escritura no era idónea, así que tuvieron a bien dejarme días y días sin recreo para que yo “aprovechara” el tiempo en practicar la caligrafía en esos infaltables cuadernos de doble raya. Todo fue inútil, mi letra -ni cursiva ni garigoleada- nunca cambió. Solo escribí “bien” cuando cambiaron la letra de manuscrita a tipo script. Otra experiencia que definió la importancia que le daba a la escritura fue relacionada con las tareas escolares. Las primeras cuatro hermanas teníamos poca diferencia de edad, por lo que llegamos a ir a la primaria todas al mismo tiempo. De los útiles escolares infaltables en nuestra mochila eran el manguillo, las plumillas, el tintero y la tinta china marca Stafford, todo para practicar las innumerables páginas de caligrafía que nos dejaban de tarea. En la casa hacíamos estas tareas en la mesa de comedor, y aunque mi mamá nos recomendaba quitar el mantel no siempre lo hacíamos, así que esos fueron los años de manteles con manchas azuladas para su gran molestia; todo por ejercitar  la escritura. Hoy día, la escritura sigue siendo importante para mí -he aquí el blog- y además, el acto de escribir sigue relacionado con mi familia, ya que antes de publicar las entradas, mi hija Carolina Rojano Martínez con sabiduría, paciencia y dedicación, hace la corrección de estilo del texto.  Dicho antes, mi amor y agradecimiento a ella. En mi libro Casa Poblana. El escenario de la memoria personal, mi querida hermana María del Pilar Martínez Torres, igualmente ella hizo la corrección de estilo, mil gracias por ello.

La escritura es la forma más perecedera de la comunicación. En las artes de la escritura se crearon sus cualidades y características, sus modelos y reglas, orientaciones y maneras de ejecutar el trazado. Igualmente, los métodos de su aprendizaje fueron múltiples,  con ellos varias generaciones aprenderían a escribir.

Una letra legible y uniforme podía convertirse en un empleo: escribientes y secretarios que ejercían su oficio en público y en privado. En ellos y sus herramientas -pluma y tintero- la escritura encontró su cauce natural. También cartillas y muestrarios fueron tratados imprescindibles para aprender la forma que debían tener las letras para “instruirse en todo género de escrituras con belleza y dedicación” –objetos hoy admirados y deseados por los coleccionistas.

Una magnificencia de la escritura ha sido la caligrafía: el arte de la representación mediante trazos estilizados que forman letras recargadas y llenas de adornos. Originalmente, la caligrafía solo se usaba para documentos oficiales.

Ya con el dominio de la escritura, el hombre amplió su espectro de comunicación usándola de manera más personal, esto es, creó monogramas para colocarlos en su ropa y objetos personales. El procedimiento clásico para crearlos era tomar dos o más letras –generalmente las iniciales del nombre y apellido- y enlazarlas de forma muy estilizada creando así un dibujo o figura. Este elemento de individualización llegó a estar inspirado por el afán de diferenciarse de los demás. No solo reflejaba la evolución de los usos de la escritura, sino también acababa siendo el reflejo de las características de su propietario.

Los monogramas añadían valor a los objetos. En las casas de familia, y para la complacencia de sus dueños, se utilizaban como función de enlace para recalcar la relación de los cónyuges y expresar el sentido de ligazón indestructible de la relación. También de la imposibilidad de “salir de ello”, ya que era la combinación de sus iniciales enlazadas íntimamente y puestas sobre los objetos más valiosos de su pertenencia.

Estos monogramas eran diseñados por anónimos artistas creativos cuya obra iba más allá del aspecto mecánico de ser meros transcriptores de signos sobre objetos, ya que sus composiciones resultaban ser verdaderas obras de arte. Así, los monogramas quedarían colocados en los objetos de la casa donde lucirían más: vajillas, cristalería, cubertería y mantelería, lo que le permitía a la familia proyectar sus intereses de grupo, de clase y su nivel de gustos.

Con todo esto vemos que los objetos con monogramas formaban parte importante de la vida de sus poseedores porque les permitía relacionarse con su sociedad. Viéndolos así, estos objetos cifrados esconden las piezas del rompecabezas del ser humano, ya que conforman parte de la historia de la civilización misma.

De la caligrafía y el diseño se configuran nuevas formas propias de la mantelería: los monogramas. “Mientras más rico y refinado era el anfitrión más ricos eran los tejidos con los que se confeccionaban los manteles; el algodón, el lino, las sedas, los brocados, los damascos, los lienzos con hilos de oro y plata eran comunes sobre las mesas de los poderosos.” Anina Jimeno Jaén.

El monograma de una persona es algo exclusivo, refiere a la individualidad inmersa esta, en un amplio panorama de historia cul­tural.

Elegir cierto tipo de diseño de letras para este monograma, probablemente se basó en tener en cuenta las sutiles relaciones entre cada una de ellas y el objeto mismo.

Poner en orden el mundo de la palabra escrita, en los distintos periodos de la historia de la escritura

24 letras del abecedario. Viñeta de la Biblioteca de la Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

24 letras del abecedario. Viñeta de la Biblioteca de la Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

Los trazos más bellos de la caligrafía en el monograma: un conjunto de letras muy estilizadas enlazadas íntimamente.

Álbum de diseños para trabajos de damas. Ecos manuscritos de mundos que ya no existen. Muestrario de tipografía. Objets Echantillonnés sur: drap, peluche, satin, etc. Pour Coussins, Ecrans, Tapis, Sachets, Etc. Paris.

Muestrario. Biblioteca de la Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

Muestrario. Biblioteca de la Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

La belleza de los monogramas, desde las simples formas hasta los más sofisticados recursos tipográficos, expresan algo preciso en estas piezas: el deseo de trascender.

En las vajillas, es el monograma el que fija la palabra, misma que se repite incesantemente en tanto el número de piezas sean, de tal suerte que ya no es la palabra lo que queda, sino la ideología. En la “Agenda para la familia” de 1898, está el anuncio de la “Gran Cristalería Nacional” de Juan M. Dupont que muestra como los fabricantes describían las características y costos de las piezas: “Vajillas loza del país banda y oro y nombre 87 piezas $30.00 cs. Importaciones de todas partes del mundo. Loza inglesa garantizada, modelos los más nuevos. Gran Taller de pinturas sobre Loza y Porcelana”.

Anuncio en la “Agenda para la Familia” editada en Puebla por Carlos V. Toussaint.

Anuncio en la “Agenda para la Familia” editada en Puebla por Carlos V. Toussaint.

Azucarera de porcelana con el monograma “HBL”. Colección Familia RojanoMartínez. 2015, Fotógrafa Lilia Martínez.

Azucarera de porcelana con el monograma “HBL”. Colección Familia RojanoMartínez. 2015, Fotógrafa Lilia Martínez.

La escritura manuscrita en una de las áreas donde se desarrolló, en los recetarios de cocina, los siglos XVIII, XIX y principios de los XX, fueron los de su mayor auge.

Recetario manuscrito de cocina de Lilia Martínez, formado en 1971. Colección Familia RojanoMartínez.

Recetario manuscrito de cocina de Lilia Martínez, formado en 1971. Colección Familia RojanoMartínez.

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HABLEMOS DE MESAS, SU MANTELERÍA, VAJILLAS, CRISTALERÍA Y CUBERTERÍA

Cuando comemos, comemos todo eso y mucho más.
Un motivo más que suficiente para tomar conciencia
de lo importante que es respetar y valorar lo que hemos heredado.
Andoni Luis Aduriz, Comer historia, comer cultura, 2015.

Soy partidaria de la belleza y el orden en la mesa, lo heredé de mis abuelas y mi mamá. Esta entrada muestra mi interés por el menaje de mesa -mantelería, vajillas, cristalería y cubertería-, mismo que habla de nuestra cultura culinaria poblana. Este menaje también es una muestra de la colección que a lo largo de los años he venido conformando y que he puesto en mis mesas, ya sean de diario o de fiesta. Cada pieza tiene una historia detrás y una estrecha relación conmigo: las selecciono, las investigo y las atesoro; algunas pueden ser raras o excepcionales y visten muy bien la mesa, ya que crean contrastes o armonías. Siempre trato de establecer diferentes atmósferas entre cada mesa que pongo, lo hago de manera intuitiva.

¿Cómo preparo las mesas? Según sea la manera de celebrar a los comensales, los alimentos pueden servirse de tres maneras diferentes: a la rusa -todos los invitados consumen el mismo plato al mismo tiempo; a la francesa -etiqueta desde fines del siglo XVIII, con todas las piezas del servicio sobre la mesa, lo que permite a cada comensal servirse a su gusto-, y las celebraciones en torno a un buffet –que en nuestra región llego tardíamente, en donde los invitados no se sientan a la mesa y ellos mismos se sirven la comida.

Cuando dispongo la mesa lo hago en el siguiente orden:

Empiezo con el mantel, que puede ser comprado en tienda, vintage, vintage, o hecho por mí (en casa, la máquina de coser ha sido una herramienta indispensable), de telas como lino o algodón, blanco –por supuesto almidonado- o en color. También puede ser de lamé o guipure. A veces coloco encima del mantel un camino de mesa, ya sea de concha nácar o uno hecho por mí, en algodón liso o estampado para darle otra vida a los manteles; también para que, partiendo de sus colores, pueda colocar accesorios que contrasten o armonicen. Una alternativa del camino de mesa son las carpetas, compradas en tienda o hechas en casa. De servilletas pongo las de tela a juego con el mantel o con el camino de mesa -o puedo poner servilletas de papel en variados diseños y colores. Algunas veces las coloco en aros de plata o de otro material.

Para la vajilla, por lo regular uso la de porcelana blanca de Limoges France (es de las llamadas abiertas y la adquirí en Liverpool). En la Plazuela de los Sapos, Puebla, he comprado vajillas que también uso: europeas, japonesas y norteamericanas que, aunque estén incompletas, las piezas por sí mismas tienen un gran valor por su diseño, manufactura y estilo. Si las voy a usar en el servicio de mesa, las complemento con piezas de la vajilla Limoges.

De cristalería, igual pongo las copas Príncipe de Gales vintage o las Haus y los vasos nuevos o vintage. En cubertería puedo poner los de plata mexicana vintage, o los Inox Beck 18/10 Italy. Según sea necesario, van la sopera, platones o fuentes para contener los alimentos con sus respectivos cubiertos para servir. Las flores -según sea su tamaño- las coloco en floreros a juego.

Toda una puesta en escena para el lucimiento de los objetos y el disfrute de los comensales. Una oportunidad de entrar en la intimidad del comedor de una casa poblana, que trato de manejar bajo el signo del cuidado y la delicadeza en la mesa. Buen provecho!

Mantel blanco de algodón, camino de mesa y servilletas de algodón estampado hechos en casa. Servilleteros de chaquira hindúes. Cubertería Inox Beck. Pastelero vintage. Fotógrafa Lilia Martínez.

Mantel blanco de granite. Carpeta de seda bordada con chaquira y lentejuela, hindú. Platos base de madera con hoja de oro. Platos Limoges France. Copas Príncipe de Gales. Cubertería Inox Beck. Servilletas de tela. Porta tarjeteros de plata. Candelabro vintage. Platones de cristal con filo dorado. Como salero un recipiente japonés de porcelana con motivos dorados con una cucharita de plata vintage. Fotógrafa Lilia Martínez.

Mantel de guipiure. Camino de mesa de granite rojo. Frutero rojo comprado en una fábrica de vidrio en Querétaro. Estrella de porcelana con polvorones sevillanos. Frutero  y pasteleros con guías de cristal. Pasteleros y platos para postre vintage. Fotógrafa Lilia Martínez.

Mantel de algodón estampado de Zara Home. Vajilla Limoges France. Cubertería Inox Beck. Platos ovalados con filo dorado con servilletas de papel. Platón (con fruta) de vidrio verde americano. Pastelero con pedestal, copas Príncipe de Gales y azucarera de vidrio con tapa de aluminio, todos vintage. Frutero formado con columna y pantalla de diferentes lámparas, con esferas de vidrio hindú. Los postres: empanadas de piña, tartaletas de chocolate blanco con ciruela pasa y fruta. Fotógrafa Lilia Martínez.

Mantel blanco de algodón con camino de mesa de granite rojo. Platos y platones Limoges France. Salsera Noritake. Cubiertos Inox Beck en bote de porcelana de farmacia. Servilletas de papel en centro de cristal de Murano. Escudo nacional de lentejuela. Copitas para postre y botanero de cristal vintage. La comida: molotes de tinga y queso, pelonas de res y pollo, queso de cabra y rajas, pastel de manzana. Fotógrafa Lilia Martínez.

Mantel de lamé dorado. Camino de mesa con incrustaciones de concha nácar con chaquira, hindú. Pastelero con guías de cristal. Los convoys -recipientes para contener aceite y vinagre, sal y pimienta- colocados en una base de metal o cristal (como estos recipientes son objetos frágiles, es raro encontrar un set completo, así que los voy comprando de uno en uno y luego busco complementarlos). Fotógrafa Lilia Martínez.

Mantel de granite bordado en máquina con servilletas combinadas comprado en la Plazuela de los Sapos. Vajilla Limoges France. Copas Haus. Juego de vasos de cristal de pepita vintage. Cubertería de plata vintage. Flores de Nochebuena. Fotógrafa Lilia Martínez.

Mantel de algodón estampado hecho en casa. Vajilla Limoges France. Copas Haus, juego de vasos de cristal de pepita vintage y ternos para café en charola italiana. Cubertería de plata vintage. Frutero de cerámica blanco con base de pedestal de plata. Servilletas de papel. Servilletero de plata. Candeleros con uvas de lámina. Flores de Nochebuena. Fotógrafa Lilia Martínez.

Mantel de algodón poliéster que me hizo mi hermana Pily. Carpeta en algodón de raso estampado hecho en casa. En charola de acrílico Limoges France, cubiertos de plata vintage en botes de porcelana de farmacia. Servilletas de papel en corazón de porcelana. Muñeca en lámina y alambre de autor desconocido. Flores regalo de mi nieta Andrea. Fotógrafa Lilia Martínez.

Mantel de damasco de Zara Home. Vajilla Limoges France. Copas Haus y juego de vasos. Cubertería Inox Beck. Servilletas de papel. Florero blanco con gladiolas fucsia. Al fondo las vitrinas de algunas de las vajillas, de izquierda a derecha: vajilla de cerámica de los Juegos Olímpicos en México 1968, vajilla de cerámica ca. 1909 Balbino Lucano, vajilla de porcelana  L. Bernardaud & C° Limoges France, vajilla de porcelana Rosas. Fotógrafa Lilia Martínez.

Las imágenes que corresponden a esta galería, son ejemplos de cómo, a lo largo de los siglos, los poblanos hemos dado una gran importancia al menaje de la casa y al lucimiento de la mesa. En las fotografías -de finales del Siglo XIX-, podemos observar el aspecto de las tiendas (La Sorpresa de J. Dorenberg y Cia. y La Universal) que exhiben una gran variedad de objetos de porcelana, cristal, peltre, estaño y madera para uso doméstico, todo, para vestir decorosamente una casa. Los anuncios igualmente muestran la calidad del diseño, la complejidad de la tipografía, el uso del color y la incorporación de imágenes, dibujos y orlas para una acentuada representación. Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

La Sorpresa de J. Dorenberg y Cia.

La Sorpresa de J. Dorenberg y Cia.

La Universal

La Universal

Se desconoce el nombre de la tienda.

Se desconoce el nombre de la tienda.

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