LA COCINA, EL LUGAR DEL FUEGO. UN ESPACIO PRIVADO DE LA CASA POBLANA

 

Las minihistorias pueden ser leídas de muchos modos,
 sabiendo que ninguna lectura es mejor que las otras, sino diferente.
Porque cada quien lee lo que quiere leer.
Sonia Corcuera de Mancera, Voces y silencios en la historia, 1997.

La naturaleza del hogar y su función como espejo del habitante, está representada más frecuentemente en la literatura, el cine o la pintura, poco en la fotografía. Son escasos los libros que muestren cómo era la vida familiar dentro de las casas. El libro Casa poblana. El escenario de la memoria personal, muestra fotografías de cómo los poblanos situaban su vida dentro de un espacio determinado para crear un hogar, realizar prácticas cotidianas y rituales personales. La universalidad y subjetividad del tema es significativo, particularmente en este mundo globalizado en el que existe una tendencia hacia la semejanza en gustos y formas de vivir.

LA COCINA, EL LUGAR DEL FUEGO

La cocina, generalmente habitación amplia y de altos techos, era el centro de las actividades de la vida diaria. Ángel Muro (1997), amante de los placeres de la mesa y dominado por la curiosidad que le suscitaba la cocina, en El practicón, tratado culinario de 1894, hace recomendaciones “de cuanto se relaciona con el gobierno de una casa en su parte gastronómica”

Empezaré por la cocina. Mucho espacio, mucha luz y mucha ventilación. Estará toda ella pintada en aceite en color garbanzo, que es el tono mejor para el mobiliario de una cocina, y estará todo bien ordenado y limpio, y en su sitio, sin que se vea cosa alguna que embarace. Colocar en el cajón los cuchillos y utensilios menudos que no se usan diariamente, como agujas de lardear, lancetas, abrelatas, plumas y pinceles de cocina, chavetas de asadores, papel blanco de tina, tijeras y la bobina de bramantillo. Con la herramienta de cortar, picar, lardear, zurrar, arrollar y moldear, ha de tener dos buenos trinchantes largos, de hierro estañado, de dos y tres púas. También cucharones, espátulas, moldes de latas. En el pavimento de toda cocina ha de poderse mirar uno como en un espejo.

En la cocina, el fogón llamado también brasero, era el lugar donde se hacía el fuego para guisar. Los fogones eran una estructura de obra construida de ladrillo o mampostería cuyo combustible podía ser leña o carbón. Los braseros grandes estaban concebidos como superficie de trabajo continuo, ya que contaban con fregadero, pileta de agua y algunos hasta un pequeño horno para hacer pan u otros manjares. Estos braseros tenían de tres a siete parrillas en forma de rejillas hechas de fierro colado. Las parrillas grandes eran para las cazuelas, ollas, cacerolas, sartenes y cazos, también para los alimentos que requerían una cocción a fuego vivo. Las pequeñas, para jarros y casitos y para cocer a fuego lento.  Ciertos braceros eran revestidos con azulejos de Talavera, cerámica ligada históricamente a la iglesia, el convento y la cocina, lujo señorial de las casas poblanas. Otros, solamente estaban pintados de color Rojo de Prusia. El brasero tenía por el frente unos orificios por los que se avivaba el fuego, y para desahogar el humo y los vapores producidos, tenía una gran campana que remataba en el techo y cuyo tiro daba directamente al exterior.

En el anuncio aparecido en la Agenda para familia indispensable en todo hogar, (Toussaint, 1902), se lee: El carbón de encino del gran depósito cuece el peor fríjol mexicano y el más rebelde tocino español, este anuncio presume la calidad de tal carbón.

Cada época tiene su propia tecnología, y es en la cocina de la casa donde esto se refleja con mayor medida, los cambios más importantes se dieron en el combustible de los fuegos para el cocimiento de los alimentos: leña, carbón, petróleo, electricidad y gas.

El uso industrial del petróleo a partir de los años treinta, provocó cambios sustanciales en las cocinas mexicanas, con la explotación del petróleo pronto apareció una estufa cuyo combustible era la tractolina, estufa que sería el puente entre el brasero de carbón y la estufa de gas. Ibarra, (1991), decía: Esa [estufa] en que se hacía una comida que infaliblemente sabía a lo que huelen los expendios de gasolina. Las estufas eléctricas no fueron de uso masivo, solo algunas cocinas las contuvieron.

En los años cuarentas comenzaron a popularizarse las estufas de gas. Para comprender esto, hay que considerar sus ventajas: modificaba las necesidades de almacenaje del combustible; no producía humo ni malos olores y permitía un mayor control sobre la flama, lo que a su vez hacía posible que el cocimiento de los alimentos se hiciera de manera más uniforme y la mayor ventaja, una disminución del tiempo destinado a la preparación de los alimentos.

       Los anuncios en las revistas de circulación femenina estaban articulados para fomentar la adquisición de nuevos aparatos. El anuncio del Semanario Ilustrado El Hogar, (1927), aparte de mencionar las maravillas de la olla express, detalla los combustibles de la época:

Departamento de encargos. Como lo teníamos ofrecido a usted, le damos los datos sobre la olla Express que hace un cocido o guisado en menos de un cuarto de hora.  La referida olla economiza un ochenta por ciento de combustible, cuece cualquier alimento en unos cuantos minutos debido a la alta presión a que se somete, se calienta con cualquier combustible: leña, carbón, alcohol, gasolina, etc., y no necesita un continuo cuidado pues el silbato de que esta provista avisa el término de cocción. Su manejo es fácil, su resistencia enorme y la comodidad que ofrece insuperable. Cuesta: la No. 1, capacidad para dos litros, $ 15.00 oro nacional a su equivalente en plata el día en que se haga la operación; la No. 2, para 3 1/2 litros $ 17.00 Con cada olla se obsequia un folleto explicativo para su manejo.

Nuevos enseres domésticos requieren de nuevos aprendizajes de habilidades, de ahí la importancia del folleto explicativo. Vale la pena mencionar un anuncio de la revista Pensamiento Católico (1946), que informa a sus lectoras sobre las ventajas de cierto refrigerador:

Nuevo hermoso refrigerador Admiral 1946-tipo Master. Un control de 12 puntos de frío, con ancha extensión de posiciones exactas elimina la posibilidad de descongelación accidental. Inaccesible a los dedos exploratorios, está colocada la unidad, herméticamente cerrada que funciona con precisión tan duradera como silenciosa. Reduce el número de llamadas para servicio. A un precio que ha de agradar a su bolsillo.

Una adquisición más para la cocina, la licuadora automática Birtman, (s/f), las mujeres que de la cocina se ocupaba, debieron tomarla en cuenta:

¡Nueva! Licuadora Birtman automática ahora con guardavida que vigila… mientras usted se olvida. La licuadora automática Birtman está dotada de un apagador automático (botón rojo) que se encuentra en la base de la misma. Esté apagador térmico sirve para proteger el motor contra calentamiento excesivo cuando por descuido se ha sobrecargado el vaso con ingredientes sólidos o espesos.

Las estufas de gas, refrigeradores, licuadoras y olla express todos sinónimos de modernidad, transformaron de manera sustancial las costumbres alimenticias y los hábitos de consumo, Salvador Novo, en su Cocina Mexicana o Historia Gastronómica, (1993), de manera mordaz da cuenta de estos adelantos:

Ahora cocinamos con gas, en trastos de aluminio. Adiós al brasero, al aventador, al carbón. Adiós al metate y al molcajete. Nos auxilia una licuadora capaz de triturar sin discernimiento granos y hollejos, frutas y cáscaras. Y un refrigerador en que podemos preservar en hibernación cadáveres de pollos y momias de pescados.

Quien no podía faltar en la cocina, San Pascual Bailón, José Luís Ibarra (1991), dice al respecto:

En las cocinas equipadas como Dios manda, y aun en las cocinas como Dios da a entender (sin que se sepa que cosa tiene que ver, o cuando dijo algo que tuviera que ver con las cocinas). No debe faltar una hilera, un manojo de ajos machos, exclusivamente machos, colgados donde se pueda: la señora de la casa tiene, gracias a eso, la confianza de que sus guisos quedaran del uno […] y las buenas cocineras colgaran por ahí una imagen de San Pascual Bailón, que no era bailarín sino cocinero de un convento.

En la cocina ahora se encontraba una proliferación de electrodomésticos, aunados estos a una mayor diversidad de ollas y utensilios destinados a la preparación de los alimentos, además de los aparatos para la conservación de los mismos, estas ventajas se constituirán en la base de cambios importantes. Más aún, también la cocina se consolida como un espacio arquitectónico específico dentro del proceso de especialización espacial en el interior de las casas. Por estas ventajas, la cocina se convirtió en una habitación que invitaba a convivir, en foro alegre y concurrido que aglutinaba a la familia, en ella se guisaba, se hablaba, se reía, se comía, se filosofaba y se ponía al corriente en las confidencias que tenían que ver con la familia, los amigos y vecinos, era el centro del mundo ya que reflejaba la esencia de la vida doméstica. Por las noches y después de la cena, cuando las últimas tareas se habían realizado: lavar y guardar los trastos y levantar la cocina, sólo se distinguía la llama azul de los pilotos de la estufa.

Solo queda decir Carbón que ha sido lumbre, con cualquier cosita prende, esto es, la cocina puede llegar a ser el espacio importante que antes fue. También que, sobre ella se ha escrito mucho, pero se ha mostrado poco, de ahí la importancia de estas imágenes.

Libro Casa poblana. El escenario de la memoria personal

De Lilia Martínez y Torres, editado por Fototeca Lorenzo Becerril A.C., 2011, Puebla, México. Para adquirirlo, pueden solicitarlo a Profética Casa de la Lectura, tienda en línea con envíos a todas partes:

http://www.tiendaenlinea.profetica.com.mx/busqueda/listaLibros.php?tipoBus=full&palabrasBusqueda=Casa+poblana.+El+escenario+de+la+memoria+personal&boton=Buscar

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