Cocinar hizo al hombre.
Faustino Cordón, Cocinar hizo al hombre, 1980
Faustino Cordón nos resume en su libro Cocinar hizo al hombre, mediante sabias reflexiones, la historia de la trasformación de los alimentos en comida, gracias al fuego. Él dice que con el fuego comenzó la cocina, que con la carne puesta directamente sobre el fuego inició la cocción: el momento mismo del inicio de la actividad culinaria; que posiblemente con la transformación y conservación de los alimentos, el hombre se volviera sedentario. También que, y probablemente con la aparición del barro, en la alimentación se combinaran sólidos y líquidos. Y que es a partir del uso del fuego que el hombre ha podido escoger sus alimentos y su preparación, lo que le multiplicó las posibilidades de cocinar juntos diversos ingredientes y le facilitó la adaptación de los condimentos y especias para finalmente, con todo ello, educar el paladar.
Como la cocción de los alimentos siempre ha estado vinculada a los diferentes caloríficos: la llama abierta de la leña, el carbón, el petróleo, el gas y la electricidad, es que a este blog le he llamado Los cinco fuegos. Estos caloríficos se han seguido unos a otros y sus ciclos de tiempo han sido de diferentes duraciones, por lo que de muchas maneras, de los fuegos podemos contar diversas historias de sus usos en las cocinas.
A mi abuela materna, Aurora Monterrubio de la Peña, (1900-1976), le tocó cocinar con estos cinco fuegos. En las diferentes casas que ella habitó, vivió los procesos de la innovación de los fuegos en sus cocinas. En varias de las recetas su recetario manuscrito puede notarse que en la cocción de los alimentos predomina el uso del brasero con carbón. También mantuvo en funciones la “cocina de humo”, lugar de la llama abierta y dominio de las mujeres que le auxiliaron en las labores del hogar. Además, en una época, contó con una estufa en la que se cocinaba con leña; para mis tíos, prender esa estufa era toda una aventura. Igualmente adquirió una estufa de petróleo, solo que la uso poco tiempo ya que no le gustaba el olor que despedía la combustión del petróleo, ni tampoco que la llama humeara los trastes. Ya en los años cincuenta mi abuela adquirió una estufa de gas. No tuvo estufa eléctrica, pero sí utilizó un horno eléctrico para la repostería.
Como hemos visto, las sendas del fuego son infinitas, por lo tanto, las formas de cocciones múltiples. Esto ha devenido en una gran riqueza para la cocina universal y en un gran inicio para contar historias.
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