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AMOR A LOS UTENSILIOS DE COCINA Y FERVOR A SAN LORENZO

Una cocina moderna con todos sus utensilios, más parece 
una cámara de tortura que una cocina donde guisar.
 Aurora Monterrubio de la Peña, Dichos de la Abuela, 1970.

Los utensilios de cocina nos facilitan la reconstrucción de la historia de la alimentación, ya que nos remontan a las distintas etapas de la transformación de los alimentos. Con ellos podemos conocer los procedimientos mecánicos empleados que agrupan operaciones destinadas a modificar características físicas, tales como la extracción, separación, fraccionamiento, mezcla o incorporación. También los utensilios son el testimonio de la evolución de los materiales de su fabricación y, al mismo tiempo, de la persistencia de sus formas. Así, los utensilios culinarios se convierten en una de las incontables formas de expresión de nuestra sociedad.

Coleccionar estos objetos -privilegio reservado a los sedentarios que disponemos de lugares donde almacenarlos y donde es posible seleccionar, clasificar y arreglar- obedece a la pretensión de dar sentido por el creciente desinterés por estos objetos en este tiempo, caracterizado por la progresiva y peligrosa estandarización de la comida –que ya no requiere de aparatos precisos para ciertas acciones culinarias- y por la invasión de la comida rápida que provoca que en las cocinas ciertas acciones culinarias desaparezcan porque la comida se vende semi preparada.

Los utensilios aquí mostrados fueron exhibidos en Casa del Puente en San Pedro, Cholula, dentro una exposición llamada 7 Nichos Devocionales 7 Artistas Excepcionales, a la que fui invitada gracias a mi querido amigo Antonio Álvarez Morán. En mi nicho, al que titulé “San Lorenzo. Darse uno de santo como coleccionista”, presentar estos utensilios -a menudo percibidos como comunes y corrientes- brindó la oportunidad de considerarlos de una manera diferente, ya que la fuerza evocadora que presentan -su forma, materiales y su historia, grabada en sus desportilladuras, ajaduras, óxidos y desgastes- no solo reconstruye la vida de los grupos humanos que los han usado, sino también la vida de quienes los coleccionan.

Y como a un santo los cocineros se deben de arrimar, es a San Lorenzo -diacono y mártir, que se le identifica por sus a atributos: la parrilla del martirio y la palma de los mártires- a quien nos encomendamos para protección. San Lorenzo, patrón de los cocineros, de los buenos y de los malos, de los intuitivos y de los temperamentales, de los cautos y de los incautos, de los sabios y de los impropios, fue el personaje mostrado en la exhibición (aunque en México siempre se ha considerado a San Pascual Bailón como el patrón de los cocineros, en ningún otro país se le considera así. Él fue un fraile Franciscano que se dedicó a evangelizar a los campesinos y se le representa dentro de una cocina hincado frente a la Eucaristía, siendo tal vez esto lo que dio origen a que en nuestro país se le convirtiera en el patrón de los cocineros).

En la realización del montaje del nicho primero se seleccionaron los utensilios por el reconocimiento de la variedad de sus funciones -plato, pocillo, cernidor, báscula, molinillo, salero, molde, batidor, cesta para huevo, cuchara, servilleta, etc.-, sus aspectos estéticos -color, forma, textura y material- y por su función, complejidad e historia.

Después, para pintar el nicho se escogió el color azul por la profundidad, luminosidad y orden que transmite. Se acomodaron los objetos de manera que cada uno tuviera el espacio propio para su lucimiento. En el muro se colocaron moldes de gelatina en forma de corazón, previamente montados sobre una flor de tela. A San Lorenzo se le dispuso en un marco finamente tallado por artesanos de Tlacotalpan, Veracruz. Finalmente, se colocó un exquisito encaje como si fuera una cortina (representando cómo se vivía antes, ya que las casas solo tenían una cortina por la que uno podía asomarse para buscar a alguna persona en el transcurso del día, y en la noche esta cortina se corría y la casa se cerraba con la puerta). Durante la preparación de este nicho mi hija, Verónica Rojano Martínez, fue una ayuda invaluable gracias a su creatividad, entusiasmo y solidaridad con mis proyectos. Como siempre, mi amor y agradecimiento a ella.

Espero que la presentación de estos utensilios les facilite la posibilidad de descubrir en la cocina el patrimonio resguardado en ella, ya sea de la propia casa o de alguna otra.

Nicho devocional a San Lorenzo. 2014, Fotógrafa Lilia Martínez. Colección Familia RojanoMartínez.

Nicho devocional a San Lorenzo. 2014, Fotógrafa Lilia Martínez. Colección Familia RojanoMartínez.

Nicho velado. 2014, Fotógrafa Lilia Martínez. Colección Familia RojanoMartínez.

Nicho velado. 2014, Fotógrafa Lilia Martínez. Colección Familia RojanoMartínez.

Creo pertinente incluir un fragmento del texto realizado por Manuel Alejandro Moreno Álvarez para esta exposición:  “… el artista es un sujeto histórico que se vuelve trascendental por un solo motivo irrefutable: es el hombre o mujer sensible que echa mano de una latente genialidad, creando o concatenando elementos para el goce estético de reducidos grupos de sujetos que consolidan la sensibilidad propia en la ajena, identificándose con el otro. Así, la consolidación del artista no está en el hombre o mujer per se, sino en el desplazamiento de su sensibilidad, materializada en construcciones que representan lo más privado de su ser, sus filias y fobias. De esta forma la obra de arte es la que lo hace trascender, la que vuelve al artista ‘el sujeto eterno’. Hay que decir que lo que constituye a ese ser asumido como genial, no es una serie de artilugios extraordinarios, para nada, son solo rescoldos de la vida misma en el tiempo que se transita, e, incluso, residuos de otros tiempos ajenos al artista mismo. Objetos de un pasado que constituyen el presente de todos nosotros, y que en la obra de arte, estos objetos-tótems son el futuro; los fragmentos atemporales que estructuran el meta relato temporal de nuestra civilización, configurado por medio de una sensibilidad que termina siendo única y fundamental para entendernos. Entonces, es aquí cuando el sujeto histórico, encarnado en los artistas que se desempeñan en 7 nichos devocionales, 7 artistas excepcionales, nos muestran un conocimiento plástico y arqueológico, porque haciendo uso de una consciencia pretérita, vuelcan su supuesta genialidad y nos presentan el objeto histórico en términos sublimes, proveyéndonos de experiencias del conocimiento y el goce estético, las que nos trascienden como pequeños habitantes de un mundo finito.”

tenedor