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LOS REYES MAGOS CON REGALOS PARA LOS NIÑOS. LA PARTIDA DE LA ROSCA

Llegaron los Reyes a Nazareth adoraron a Jesús,
que estaba con su madre y le ofrecieron los dones que traían:
oro, como rey; mirra, como hombre accesible
al dolor e incienso, reservado a la divinidad.
Letizia Arbeteta Mira, Magos y Pastores, 2006.

La adoración de los Reyes Magos al Niño Jesús se celebra el 6 de enero. Los Reyes Melchor, Gaspar y Baltazar, llegados de Oriente, venían montados en su camello, caballo y elefante y cargados con regalos para el Niño. Así, el 6 de enero se convertiría -hasta hoy día- en una festividad llena de regocijo para los niños quienes, anhelantes, esperan la visita de los Reyes por los regalos que les traerán. Una noche antes, y preparándose para la llegada, los niños ponen dentro de un zapato -en la puerta o la ventana de su recámara- una cartita donde piden los juguetes deseados y se acuestan temprano para darles a los Santos Reyes la oportunidad de dejarles los juguetes.

En nuestra infancia, mi hermana Lucy –la mayor- era muy dormilona, tanto que no “madrugaba” para ver qué le habían traído los Reyes Magos, así que nosotros le “madrugábamos” sus juguetes: escogíamos lo que más nos gustaban y le dejábamos lo que no queríamos. Después mi mamá le hacía justicia regresándole lo que era de ella porque ¡no podíamos convencerla de que esos juguetes eran de nosotros!

Parte importante de la celebración del día de Reyes era la Partida de la Rosca, una costumbre que reune a la familia y a los amigos. La rosca -de forma circular que simboliza el amor eterno de Dios, que no tiene principio ni fin- es preparada con pan de harina blanca y levadura, endulzada con miel y adornada con confites como higos, rajas de acitrón y de naranja –los confites significan las distracciones del mundo que impiden encontrar a Jesús, mientras que el muñequito -antiguamente de porcelana, hoy de plástico- escondido dentro de la rosca simboliza al Niño Jesús escondido de la persecución de Herodes. Durante la partida, el que encuentra el muñequito contribuye con tamales y atole para la fiesta el 2 de febrero, Día de la Candelaria.

Para mi abuela Aurora éste era el festejo más importante que ella ofrecía a sus nietos y a los niños vecinos; era cuando hacía una inmensa rosca, tan grande que la horneaba por partes. Completaba el menú con gelatinas y chocolate caliente. Para la partida, ponía la rosca en la mesa del comedor y en el centro colocaba un tren que funcionaba a base de cuerda. Cuando ya estábamos todos sentados ponía a funcionar el tren, y al que estuviera sentado en el lugar donde éste se detenía le correspondía un regalito -que podía escoger entre un juguete, dulces o chocolates. Era muy emocionante, porque siempre deseabas que el tren se detuviera justo en tu lugar para llevarte el regalo.             

Algunos años, e invitada por mis abuelos Lolis y Santitos, acudíamos a la fiesta tradicional en San Baltasar Campeche, lugar donde personas procedentes de todos los rumbos de la ciudad acudían en romería a la feria patronal. Desde las primeras horas del día, los cohetes anunciaban que ya estaban listos los puestos de los antojitos: chalupas con carne de res deshebrada, tamales -de mole, rajas con queso y dulce-, mole, enchiladas, pan de fiesta, pan de dulce, cocoles de anís y colorados y atole blanco, champurrado o arroz con leche. La fiesta cerraba con los fuegos artificiales.

Actualmente se siguen preservando estas importantes tradiciones: los niños siguen recibiendo juguetes de los Reyes Magos y la partida de la rosca continúa estableciendo lazos de convivencia entre familiares y amigos.

Casa de la familia RojanoMartínez, “Rosca de Reyes” del 6 de enero de 2014. Mantel de lamé dorado, camino de mesa también de lamé, vajilla Limoges France, cubertería Inox Beck, copas, gelatina en copas vintage, servilletas de papel, pasteleros con pedestal vintage con polvorones sevillanos y fruta y la rosca de la panadería La Almendra.

Fotógrafa Lilia Martínez.

Fotógrafa Lilia Martínez.

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