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DÍA DE GRACIAS Y CENA DE FIN DE AÑO EL 31 DE DICIEMBRE


 Para festejar el día primero del año, los vecinos 
de La Guadalupe no fueron a sus trabajos; 
 endomingados, se reunieron frente a la capilla, 
adornada como para una misa solemne.  
Gregorio López y Fuentes, El vagabundo, 1924.

Una de las solemnidades religiosas que se celebraban a fin de año era la de “Dar gracias”. El 31 de diciembre, desde la tarde, los fieles acostumbraban acudir a los templos para agradecer los beneficios recibidos durante el año. También, para algunas personas, estas fechas contenían un sentido más religioso que profano, por lo que en los primeros minutos del Año Nuevo, asistían a la “misa de gallo” y a la bendición de las doce velas, mismas que encenderían el primer día de cada mes.

La fiesta de la llegada de Año Nuevo iniciaba la noche del 31 de diciembre con una “Cena de fin de año”, en que se prendían velas para atraer la buena suerte en el año que comenzaba. El menú era muy parecido al de la cena de Nochebuena: espagueti, ensalada, chipotles, bacalao, ayocotes y las sidras para brindar. En casa, en lugar de pierna o lomo, se hacía pavo relleno. Igualmente se preparaba suficiente comida para el recalentado del día primero.

Elo Martínez mi querida hermana dice: “Compartir la mesa es fundamental para la comunicación. Y si también alimentas la vista con una mesa bien puesta, con detalles elegantes y con platillos hechos con amor, esos momentos se recordarán por siempre”. También comenta que “La decoración de Año Nuevo no debe ser igual cada año, porque tú no eres la misma persona cada año”. Así, ella cuida de todos los detalles, por lo que siempre en sus mesas encuentras ¡algo nuevo, algo viejo y algo diferente!

Durante la cena, una de las tradiciones era comer doce uvas, justo cuando empezaban a sonar las campanadas de media noche, una por cada campanada; a cada uva se pedía un deseo a cumplirse en el año por presentarse. Con la última campanada se daban los abrazos de felicitación se brindada y se decían los deseos de bienestar y prosperidad para el Año Nuevo. También era justo el momento para salir a tronar cuetes, chinampinas y quemar luces de bengala. Después de los rituales acostumbrados, y ya con la llegada del Año Nuevo, se bailaba.

Cena de Año Nuevo. Autor desconocido, Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

Cena de Año Nuevo. Autor desconocido, Fototeca Lorenzo Becerril A.C.

En los años sesenta del siglo pasado, como parte de los rituales de fin de año, se trasmitía el Brindis del Bohemio –una especie de romance modernista- en la voz de Manuel Bernal, que pasaba en punto de las 12 de la noche por la banda AM de la radio. Este romance, de Guillermo Aguirre y Fierro, publicado en 1942, es un canto a la bohemia, a los sueños y esperanzas perdidas y a la madre.

‘Una voz varonil dijo de pronto:

Las doce, compañeros.

Digamos el “requiéscat” por el año

que ha pasado a formar entre los muertos.

¡Brindemos por el año que comienza!

porque nos traiga ensueños;

porque no sea su equipaje un cúmulo

de amargos desconsuelos…’

En México, a inicios de siglo XX, se enviaban parabienes en Año Nuevo, material gráfico de indudable valor en la actualidad -ya que advierten sobre las relaciones sociales entre las personas y las empresas, informan de los territorios desde donde se mandaban los mensajes, muestran la caligrafía y tipografía, así como el diseño y la impresión de la época. Sobre todo, manifiestan su misión: ¡los deseos de un feliz año nuevo!

tenedor